Todo cristiano es frágil y libre.
Dios nunca obliga, respeta el ritmo de crecimiento de cada uno. La santidad es un camino que se hace convirtiéndose continuamente. Saliendo del mal y volviendo al Dios de la vida y del amor. El Señor nos escucha y nos espera siempre. No mira la oración que decimos ni cuánto tiempo dura nuestra oración, ni cuáles son las palabras que ponemos en nuestra oración.
El Señor mira la fe que hay en nuestro corazón, aunque la oración sea una sola palabra.
Saludos, Loida.
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