Oí
o leí que un mendigo, antes de acostarse a dormir en la noche, sobre
unos cartones robados a basura, le rezaba de rodillas a Dios y le
daba gracias por vivir.
Me
da frío esa plegaria hecha desde un hombre, “sólo y excluido”.
Al mismo tiempo siento un impulso incontenible de buscar a ese hombre
para arrodillarme ante él y su plegaria.
Aquel
mendigo ”de rodillas” me hace viajar hasta esta frase: “El
hombre nunca es más grande que cuando reza de rodillas ante Dios”.
Quizás, por esto, Pronzato, escribe: “Cuando tengo dudas me pongo
de rodillas ante Dios. Cuando surgen dificultades, me pongo de
rodillas ante Dios. Cuando quiero descubrir algo en mi, me pongo de
rodillas ante Dios”.
“De
rodillas”...Dicen que la rodilla doblada, en las aves, es lo que
les da fuerzas para asirse a las ramas y no caerse cuando duermen.
“Quizás pase eso a los hombres...cuando sufren”.
Bernanos
escribe: “Es curioso como cambian mis ideas cuando me pongo, de
rodillas, a hablar con el amigo Dios”.
Para
un hijo de Dios la oración es como llamar a casa todos los días.
Solamente desde esta óptica se entiende que Antonio de Padua le pide
a Dios ir entre los sarracenos...para llegar pronto a casa.
Solamente
desde aquí se entiende el salmo 27: “El corazón me dice que te
busque”, o el salmo 63: “Mi alma tiene sed de Tí, mi Dios”.
___________José
Martínez. Capuchino.