viernes, 21 de enero de 2011

Si no has sabido amar, no tendrás nada que “eternizar”.

Resurrección en el amor
La cuestión que hay que plantearse es esta: ¿Has tenido ya la experiencia de la resurrección? Resucitar es sentirse nuevo, es redescubrir el mundo, es nacer de nuevo. Resucitar es sentirse nuevo, vivir con él para siempre. No es posible creer en la resurrección si no se ha tenido la experiencia de una renovación, de un amor en quién se cree.
No hay más eternidad que el amor. Si no has sabido amar, no tendrás nada que “eternizar”. Para ti no habrá eternidad. La única cosa eternizable es la juventud de tu amor, la vitalidad de tu amor.
Cuanto más ames tú, más se amarán los hombres y creerán más en una fuerza de renovación, en una fuerza de resurrección en el mundo.
Pero no hay que pararse ahí, tontamente. Es preciso ponerse en marcha, dar con una finalidad para la propia vida. Hay que despertarse. Hay que espabilarse para hacer algo bueno y sublime. Urge espabilarse…
Seguramente que tú has disfrutado de algunos momentos felices en los que te han venido ganas de decir: “Ahora quisiera vivir indefinidamente, esto debería durar siempre”. ¿No es eso la eternidad?
Te llevarás aquello que hayas hecho tuyo, aquello que hayas amado suficientemente.
Entonces creerás que Cristo ha resucitado. Yo lo creo.
Sí, es preciso que alguien me ame lo suficiente como para hacerme resucitar. Cristo ha resucitado.

L. Evely

León Felipe

EL CAMINO DE LA DIGNIDAD

Nadie fue ayer,
ni va hoy
ni irá mañana
hacia Dios
por este mismo camino
que yo voy.
Para cada hombre guarda
un rayo nuevo de luz el sol…
y un camino virgen
Dios.
León Felipe

San Agustín

Tarde te amé

¡Tarde te amé,
hermosura tan antigua y tan nueva,
tarde te amé!
Y ves que tú estabas dentro de mí y yo fuera,
Y por fuera te buscaba;
Y deforme como era,
Me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste.
Tú estabas conmigo mas yo no lo estaba contigo.
Me retenían lejos de ti aquellas cosas
Que, si no estuviesen en ti, no serían.
Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera:
Brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera;
Exhalaste tu perfume y respiré,
Y suspiro por ti;
Gusté de ti, y siento hambre y sed;
Me tocaste y me abrasé en tu paz.
Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está
inquieto hasta que descanse en ti"
San Agustín